A principios de febrero, expertos en salud de Chile y otros 33 países se reunirán en la sesión número 146 del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estos delegados conforman el órgano clave de toma de decisiones que orienta a la OMS sobre salud mundial, abordando diversos temas que van desde vacunas y seguridad alimentaria hasta nutrición maternal, neonatal e infantil.
Este año el Consejo Ejecutivo volverá a examinar la Estrategia Mundial y el Plan de Acción sobre Salud Pública, Innovación y Propiedad Intelectual (EMPA-SIP) de la OMS. Negociada durante muchos años y aprobada por consenso en 2008, la EMPA-SIP es un marco de trabajo destinado a ayudar a los países a establecer políticas para impulsar el descubrimiento de nuevos tratamientos y curas de enfermedades que afectan desproporcionadamente a los países en desarrollo. Fundamentalmente, la EMPA-SIP reconoció la importancia de las protecciones de la propiedad intelectual (PI) como “un importante incentivo en el desarrollo de productos de atención de la salud”.
Desafortunadamente, han existido esfuerzos por reenfocar la EMPA-SIP en problemas que perjudicarían la innovación, tanto para los países desarrollados como para los países en desarrollo. En lugar de fortalecer las protecciones de la PI que apoyan la innovación en atención de la salud, algunos grupos han instado a los gobiernos a debilitarlas, por ejemplo, obviando las patentes de nuevas invenciones (una drástica acción conocida como concesión obligatoria de licencias). Pero los estudios continúan refutando la noción errónea de que las protecciones de la propiedad intelectual impiden que los pacientes accedan a nuevas tecnologías y señalan muchos otros obstáculos que se interponen en el camino.
Chile, país que ha clasificado sistemáticamente entre los países más innovadores de Latinoamérica, tiene un papel particularmente importante que desempeñar. Los pacientes y la economía de Chile pueden beneficiarse de un ecosistema que favorece la innovación.
Tomemos como ejemplo el destacado crecimiento del sector biofarmacéutico en Chile. En años recientes, el sector biotecnológico de Chile ha crecido más de un 30 %, según la Asociación Chilena de Empresas de Biotecnología (ASEMBIO), lo que hace de la industria uno de los sectores emergentes más prometedores del país. Además, Chile realiza la mayor cantidad de ensayos clínicos per cápita en Latinoamérica, con 71,4 ensayos por millón de habitantes, según las cifras más recientes. Y Chile ocupa el lugar 51 en el mundo y el número uno en Latinoamérica según el índice mundial de innovación más reciente de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual. Este éxito se debe en gran medida al apoyo del gobierno chileno a la innovación durante las últimas décadas, concretamente “Start-Up Chile”, un conjunto de políticas e incentivos a favor de la innovación que se remontan a 2010.
La reunión de febrero de 2020 del Consejo Ejecutivo de la OMS es una excelente oportunidad para que Chile subraye el valor de la propiedad intelectual en el escenario mundial y para ayudar a buscar soluciones reales a los apremiantes desafíos mundiales en materia de salud.
Por ejemplo, Chile puede ayudar a agilizar una conversación seria sobre un mejor uso de incentivos, lo que incluye la propiedad intelectual, a fin de estimular más investigación y desarrollo sobre las enfermedades que afectan al mundo en desarrollo. Chile también puede destacar la necesidad de que los países, en todos los niveles de desarrollo, cuenten con sólidos sistemas de atención de la salud que permitan acceso universal a medicamentos seguros y asequibles.